Durante 16 años, Gustavo Abad recorrió intensamente las más de 30 canchas que están en la zona de influencia de la Federación Regional de Golf del Sur. Desde Ushuaia y hasta Azul (en la provincia de Buenos Aires), fue el encargado de llevar adelante un proceso tan complejo como necesario para el buen estado de mantenimiento de los campos de golf: la aireación.

Gustavo nació en Tres Arroyos en una época de oficios. Poco antes de terminar la primaria, ya estaba en el taller metalúrgico de su padre aprendiendo ese oficio que mantiene aún hoy junto a sus hijos. “Mi papá tenía un taller grande y fui aprendiendo”, cuenta. Pero su padre no sólo le enseñó el oficio que cuidaría y conservaría durante toda su vida sino que, además, le transmitió el amor por el golf.

“Yo jugué desde muy chico. Íbamos al club a hacer de caddie de mi padre, de amigos. Llevaba la bolsa y así fui aprendiendo. Jugué mucho tiempo, en esa época donde uno tenía por ahí más tiempo disponible”, relata Gustavo. Cuando ese tiempo disponible se fue extinguiendo por la propia vida, Gustavo dejó de jugar. Hasta que, cuando promediaba los 30, un grupo de amigos lo invitó un día a acompañarlos. “Y ahí me picó el bichito de vuelta”, agrega. Empezó a jugar nuevamente al golf hasta que, un día, se acercó el actual presidente de la FRGS con una propuesta que lo sorprendería. “Vino el señor Daniel Olocco y me dijo que quería que fuera parte de la FRGS. Me sorprendió. No entendía nada. Le dije que sí. No sabía nada del tema. Y a partir de allí empecé a aprender de este trabajo, fui a varias capacitaciones sobre la aireación. La gente cree que es poner la máquina en el green y listo, pero hay que entender de suelos, de la humedad de esos suelos y eso lo aprendés también con el tiempo”, explicó Gustavo con las disculpas de algunas pausas obligadas por la emoción de recordar tantos años y el recorrido compartido.

Muchas veces, el proceso de aireación resulta molesto para los golfistas. Sin embargo, los greenes son sectores que reciben más tráfico que cualquier otra superficie de juego. Por eso, el proceso de aireación que se realiza ayuda a aliviar esa compactación causada por ese tráfico y colabora a crear una superficie firme y suave al controlar el thatch y promover raíces saludables del césped.

El thatch es una capa de material vegetal vivo y muerto que se acumula en la superficie del suelo. Si el thatch de los greens no se diluye con aireación y topdressing (arena), actuará como una esponja, reteniendo el agua cerca de la superficie. Llenar los orificios de aireación con arena en realidad ayuda a crear una superficie más suave. La arena también crea canales para el movimiento del agua y el aire, diluye el thatch y ayuda a que los greens se recuperen de la aireación más rápidamente.Excesivo thatch crea condiciones de juego blandas, velocidades de green inconsistentes y aumenta el riesgo de enfermedades.

La Federación Regional de Golf del Sur ofrece el servicio de aireación, con dos salidas anuales. La primera de ellos es en marzo/abril y la segunda se realiza en septiembre. Los clubes se comunican con la FRGS para solicitar el servicio, en base a eso se arma el itinerario y luego se comunica a cada club la fecha en qué se realizará el servicio de aireación.

De aireaciones y viajes

Gustavo recuerda con alegría y con agradecimiento las oportunidades que le brindó el trabajo realizado. “Conocí lugares que nunca en mi vida podría haber conocido. He ido dos o tres veces por año al hotel más lindo de la Argentina. Sos cosas que me ha regalado este trabajo porque uno no tiene el acceso económico para poder vivirlo. Conocí canchas impresionantes, de todo tipo. También de las que están naciendo, que hay que apoyarlas”, pide Gustavo.

Los viajes de aireación también le dejaron grandes anécdotas y recuerdos. Como cuando llegó a General Pico a trabajar en una cancha nueva. “Fernanda (Di Marco) me dice que tenía que ir a una cancha nueva. El GPS me marca que estaba ahí, pero yo no veía ninguna cancha. En eso para un muchacho con una Chevrolet y me consultaba si necesitaba ayuda. Le conté que buscaba una cancha de golf y no la veía. Y me dice que adentro de lo que veía, estaba la cancha. Así era. Unos 9 hoyos hermosos de golf en lo que hoy ya es un country”, cuenta.

Cuando se le consulta a Gustavo qué es lo que más va a extrañar de su trabajo, su voz comienza a entrecortarse. Pide disculpas. Una y otra vez. La garganta parece bloquear las palabras pero exhibe, al mismo tiempo, el amor y las buenas sensaciones vividas. “Lo que más voy a extrañar es la charla con los empleados de los clubes, toma mate en los galpones. Cada vez que llegaba a un club, todos se ponían a disposición. Me invitaban a sus casas, compartíamos comidas. Todo realmente muy lindo”, dice.

Y, entre lágrimas, pide generar un breve espacio de agradecimiento: “Quiero agradecer a Daniel Olocco por su confianza de tanto tiempo. Lamento no poder continuar. Lo tuve que dejar a pata. También a toda la comisión de la FRGS, a los clubes, a los profesional, capitanes, empleados. Fueron 30 canchas durante 16 años de mantenimiento. Ahora voy a estar a disposición del nuevo operario para lo que necesite”, dice.

Ahora, Gustavo Abad se recuperará de una lesión en su hombro y ya no estará la aireación en su ecuación. Pero mantendrá la misma de toda su vida: el taller metalurgico. Allí donde incluso llegar a realizar arenadores, spikers y reparó numerosas máquinas de golf (más allá de su trabajo con el mundo del agro). Allí, donde aprendió con su papá y hoy es él la referencia para sus hijos, que comparten el oficio con Gustavo.

¡Gracias y éxitos Gustavo!

 

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