Nuestras historias: Ushuaia Golf Club

Cómo ser visionarios y pioneros en los albores del nuevo milenio. Alguien podrá asociar esta pregunta al título de un libro. Quizá hasta de una conferencia motivacional. Sin embargo, se trata de la historia de un grupo de personas que, a través de la pasión por el golf y la tenacidad, lograron transformar en realidad lo que hoy es la cancha más austral del mundo.

Cuenta la leyenda que en la década del ´60, había un espacio dentro de la base naval en la que se hacía ski en invierno. Pero, cuando el calor predominaba, ese espacio se transformaba en una pequeña cancha de golf. Luego, aquella incipiente cancha se trasladó al Monte Gallinero, donde actualmente están los juzgados de esa ciudad.

Mario Carzo nació en la ciudad autónoma de Buenos Aires y, durante cinco años, fue caddie en el club Saenz Peña, muy cerca de la mítica General Paz. Un día su hermana, ya radicada en Ushuaia tras una historia de amor en el contexto de la recordada Entel, le sugirió ir a esas tierras australes donde “hay buen trabajo”. Mario, ya dedicado a la chapa y pintura de automóviles, no dudó. “Era la época de Onganía y la situación no estaba bien. Y me vine a Ushuaia. Y también me quedé para siempre”, cuenta. Corría la década del ´70 y la ciudad tenía una población de 3.500 habitantes. Fue en ese contexto que comenzaron a juntarse en Monte Gallinero aquellos que, en algún momento de su vida, habían jugado al golf en sus lugares de origen o habían sido caddies. Entre ellos, quien sería luego uno de los pioneros y fundadores del Ushuaia Golf Club: Mario Carzo. Por aquel entonces, no había discusión sobre si usar hierros de grafito ni eran épocas de fittings. Mucho menos, una predilección por tal o cual marca. Mario era chapista de la Base Naval así que se fabricó su propio palo de golf. “Y empecé a jugar con eso”, cuenta quien hoy tiene 77 años y aún brota la pasión por este deporte en cada una de sus palabras y recuerdos.

Había también entusiastas que habían sido caddies en San Isidro, Palihue y Puerto Belgrano. Eran cuatro hoyos. “Se empezó a formar un club pero no tuvimos el apoyo necesario y, tras algunos conflictos, le cedieron las tierras que queríamos a otras personas”, cuenta Mario. Corría la década del ´70 y el sueño parecía quedar trunco.

Un hombre clave

Casi como un desafío para los libros de historia, esta historia de pioneros y visionarios comienza a escribir sus líneas más fuertes a comienzos de la década del ’90 con la aparición de un hombre clave en esta historia: Miguel Hernández. En 1991, un hombre oriundo de Puerto Belgrano y capitán de corbeta (buque de guerra) piso fuerte en Ushuaia. Viejo conocedor del golf e incluso de cómo diseñar una cancha, comenzó a reunir a aquellos que viajaban para jugar, entre ellos el mencionado Mario Carzo, Ovidio Moreno y Eduardo Iribarne. Aunque, aún faltaba otro hombre importante.

Alejandro Barrera es cordobés (de La Cumbre) y era un apasionado del golf de sus tierras. Caddie de chico y con algunos torneos como profesional, tuvo que dejar la actividad por un tiempo tras un accidente. “Me olvidé del golf”, cuenta. Con una situación económica muy compleja y sin trabajo, llegó a Ushuaia en busca de nuevos horizontes y consiguió trabajo en un rubro que conocía muy bien: la gastronomía. “De joven trabajaba con mi madre y conseguí rápidamente trabajo como cocinero”, relata. El dueño del lugar pertenecía a la Armada. De hecho, una mañana vio a su jefe charlar con un señor. Ese señor era Miguel Hernández. Miguel vio a Alejandro y lo llamó. “¿Puede ser que yo te conozca? Vos jugaste al golf”, le dijo. Fue allí que Alejandro se sumó al sueño. “Me dio una tarjeta y me pidió que lo fuera a ver a la base. Estaban empezando con la cancha. Y así me sumé al grupo que estaba soñando con construir una cancha de golf. Estaba Miguel Hernández y Mario Carzo, el loco. Claro, si no hay un loco estas cosas no avanzan”, recuerda Alejandro.

 Del sueño a la realidad

Miguel Hernández ya había reunido al equipo de entusiastas, con Mario Carzo a la cabeza. Pero el propio Mario cuenta que no creyó que sería posible en ese momento. “Somos 10, la gente no se va a sumar”, le decía Mario. Miguel insistía que sí. “Bueno, nosotros te seguimos”, resolvió Mario.

El grupo empezó a manejar las opciones para el terreno en que se construiría la cancha de golf más austral del mundo. Afortunadamente, el intendente de la época Mario Daniele cedió unas tierras que, anteriormente, estaban ocupadas por los “gauchos criollos” y, posteriormente, un grupo que practicaba el pato, el deporte nacional en ese lugar.

La ironía es que los entusiastas que practicaban el pato no estaban muy contentos con la resolución de que allí se delineara una cancha de golf. “Nos pusieron una tranquera para que no pasáramos porque estaba la disputa. Todo eso era propiedad del Municipio y nosotros teníamos un decreto, pero ellos argumentaban con un papel que no tenía valor”, cuenta Mario. La historia cuenta que cuando el lugar comenzó a tener sus primeros pastitos verdes, los gauchos querían volver y galopar para practicar el pato. La ironía es que la situación conflictiva se resolvió de una manera insólita e inesperada. Los golfistas les propusieron a los amantes de los caballos, un desafío. ¿En qué consistía? Muy sencillo. Les daban cinco pelotitas y un palo de golf y les proponían que, si acaso les pegan a tres de ellas, les pagaban el café. Aquel cuasi ingenuo desafío derivó en que los amantes del pato se convirtieran, con el tiempo, en incipientes golfistas. Y chau conflicto.

Quizá, inconscientemente, haya habido un quiebre no sólo por ese conflicto sino por el temor de aquellos pioneros del hoy Ushuaia Golf Club. “Nosotros tratábamos de no conversar, en ese momento, demasiado sobre si íbamos a conseguir concretar el sueño de la cancha de golf. De hecho, hasta nos parecía egoísta tener una cancha de 26 hectáreas para 10 personas cuando había otros deportes más convocantes”, recuerda Mario. Con los jinetes, ya eran mucho más que 10 entusiastas…

Los primeros pasos

A poco más seis kilómetros de la ciudad y muy cerca del Parque Nacional, se encuentran las 23 hectáreas de lo que hoy es el Ushuaia Golf Club, fundado oficialmente en 1992. Allí comenzó a delinearse el club. Rápidamente, el Municipio prestó máquinas y camiones para poder hacer viajes con el material necesario para empezar a formar el diseño de los 9 hoyos. Al poco tiempo, el Gobierno Provincial declaró el emprendimiento como de “interés provincial” y entregó un subsidio para poder avanzar con el diseño.

El lugar estaba (y está) atravesado por el río Pipo, que lleva el nombre de un presidiario de la vieja cárcel del fin del mundo. Este había logrado escapar y, si bien nunca se descubrió su paradero, se sospecha que pudo morir ahogado en esas aguas frías. El diseño se amolda a ese potente cauce de agua. Así llegó un diseñador de Bahía Blanca y una agrimensora especialista en campos de golf que hicieron un plano y ordenaron mejor los hoyos del diseño original.

El grupo de socios fundadores tenía muy en claro qué semillas y los greenes se pensaron de un tamaño reducido. Siempre pensando en la pelea contra la adversidad y contra el gran enemigo: el clima. “Hicimos cuatro puentes y, en invierno, se congelaba todo y pegaba contra los puentes y los dañaba. Nosotros los necesitábamos para las máquinas y para todo porque la cancha está dividida en dos. Les tuvimos que poner gaviones para dejarlos firmes y que apoyen sobre eso. Todo fue muchísimo trabajo”, cuenta Mario Carzo, socio fundador, ex capitán de cancha, ex presidente y el primer ganador del Abierto Fueguino.

Mario cuenta que un día estaban intentando tapar un green para hacer un invernadero. “Pusimos un montón de estacas, cordones con sogas, de todo para que el viento no lo haga flamear. Al rato vino el golpe de viento y levantó todo”, describe sobre aquella pelea contra el clima. “Éramos muy apasionados, íbamos a trabajar debajo de la nieve, con barro, con lo que sea para trabajar en la cancha”, cuenta Alejandro Barreras. “Ushuaia es un lugar hermoso, siempre y cuando la voluntad de uno esté adelante tirando el carro. Si no hay esfuerzo y ganas, no se puede hacer nada”, simboliza Mario Carzo poéticamente.

En 1993, ya estaban terminados dos o tres greenes. Y Miguel Hernández comenzó a probar las distancias con el juego de Alejandro, quien fue el primer profesional de la cancha. “Yo soy un jugador con una distancia media en el drive, entonces me hacía pegar para ver si el tee era largo o corto. Así midió muchas cosas”, cuenta.

La memoria de Barreras recuerda una tarde, cuando llevaban un año de trabajo en la cancha, que todos estaban disfrutando un día con muy buen tiempo y jugando al golf desde las 8 de la mañana. Era diciembre. El pasto aún se veía feo y lleno de palos. Al mediodía, Mario Carzo y Alejandro Barreras, entre otros, regresaron a almorzar a la ciudad. Cuando volvieron a la tarde, siguieron jugando. A las 20, después de estar horas y horas en la cancha (anochece a las 22 en esa época en Tierra del Fuego), se sentaron tras perder quien sabe cuantas pelotitas. “Me miró Mario y me dijo que estaba preocupado. Era un tipo con grandes ideas, siempre a lo grande. Y me pregunta entonces si no estábamos haciendo una cancha al pedo porque, mirá, un día espectacular, estuvimos todo el domingo acá y no vino nadie”, recuerda Alejandro.

Educar para sumar jugadores

Con la cancha tomando color y ya homologada en 1994 por la Asociación Argentina de Golf, el objetivo estaba puesto en sumar jugadores. Claro, con la complicación extra que desde mayo y hasta octubre, la actividad está paralizada.

“Miguel Hernández empezó a traer a sus amigos, Carzo hacía lo mismo y otro señor que era contador también. Ahí entraba yo. Mi labor fue tratar de enseñarles y hacerles entender que eso que estaba ahí sería una cancha de golf y explicarles cómo jugar. Llevábamos gratis a la gente”, recuerda Alejandro. De hecho, en los inviernos, cuando la cancha era inaccesible debido al clima, armaron una jaula en una cancha de paddle para aprovechar a enseñarle a la gente a pegar. Claro, cuando asomaba la primavera, aquellas repeticiones mecánicas en una jaula encontraban un contexto mágico y soñado. En esas primaveras, muchos que aún no se catalogan a sí mismos como golfistas vieron volar sus pelotitas por primera vez. “Cuando llegaba el deshielo, la gente estaba chocha”, agrega Alejandro.

Se sumó también un grupo de golfistas coreanos que se sumaron para ayudar al grupo. Eran muy entusiastas. Cuenta la leyenda que Kim, uno de ellos, estaba jugando el complejo par 5 del hoyo 8 (el más austral del mundo) cuando tiró una pelota al agua que acompaña el hoyo sobre su margen derecha. Tras dropear, volvió a tirar otra al agua. En la tercera oportunidad, volvió a caer al agua. Ahí es cuando la leyenda dice que Kim agarró las tres pelotitas que le quedaban y las tiró directamente al agua con sus manos.

Ya a esa altura, Alejandro recuerda que Eduardo Santillán fue de gran ayuda. “Importó unas máquinas, una greenera muy buena, empezamos a cortar los greenes y todo empezó a tomar color”, cuenta. Con la homologación de la AAG, llegaron los primeros torneos. Fue un 8 de diciembre de 1994 cuando el Ushuaia Golf Club organizó el primer torneo de golf. “El primer torneo de 18 hoyos éramos 20 locos. Se compró una casilla que se llevó hasta la cancha, con un grupo electrógeno, cocinábamos y les dábamos empanadas a los jugadores cuando pasaban por el hoyo 9. Al terminar, hicimos unos ravioles. Increíble”, cuenta Alejando Barrera.

Luego comenzaron a sucederse los torneos de confraternidad con el club chileno de Punta Arenas. Se hacían abiertos que se jugaban primero en Chile y luego en Ushuaia. Un año, de hecho, tras sendas victorias de los locales, el match definitivo se jugó en el club Praderas de Luján, en la provincia de Buenos Aires.

Fue por esos años que el reciente consolidado Ushuaia Golf Club encontró su padrino. Claro, el enorme Roberto De Vicenzo, ganador de más de 200 torneos profesionales como, entre otros, el Abierto Británico. Cuenta Alejandro Barreras que estuvo los tres días junto a él en 1997. “No quería ir con otra persona, nada. Estuvo tres días conmigo”, relata. Jugó junto a Barreras, paseó por la ciudad y, tal como asegura una vieja revista Golf Digest, fue hasta la bahía Lapataia, junto a un drive, algunas pelotitas y un tee. Fue allí que tiró algunas pelotitas con destino a la isla. “Siempre bromeó que, un día, cuando encuentren esas pelotas, van a pensar como cuando los astronautas pisaron la luna. Seguramente se preguntarán quién trajo las pelotitas a la isla del Fin del Mundo”, recuerda Alejandro.

La cancha

Separada por el mencionado río Pipo, la cancha tiene 9 hoyos (hay tres más ya terminados) y cuenta con doble salida. “El diseño está hecho ya para los 18, que fue lo que se proyectó. Ahora se hicieron unos nuevos”, cuenta Alejandro Barrera.

“Es una cancha de 2800 yardas de ida y algo parecido de vuelta, sin búnkers. Hay muchos árboles, muchas lomadas, el río interviene siempre y hay pocos tiros francos. Pero lo más llamativo es cómo juegan los cuatro climas en la misma ronda. Nunca sabemos cuán fuerte va a soplar el viento. De hecho, el clima es siempre tan complejo que, cuando tenemos un día de sol espectacular, los scores son más altos que lo normal porque no estamos acostumbrados a jugar en condiciones normales. Queremos darle fuerte y hacemos macanas”, se ríe Mario Carzo.

Los asiduos golfistas del Ushuaia Golf Club tienen una broma interna, en la que aseguran que el hoyo 1 (10 de la vuelta) y el hoyo 8 (17 de la vuelta) están muy cerca, pero siempre tienen climas diferentes. “En uno llueve y en el otro no. En uno van todos jugando tapados hasta el cuello y en el otro casi sin abrigo. De un lado el viento hace un desastre y del otro nada”, relata Mario.

Pero la cancha más austral del mundo tiene más secretos. Algunos, increíbles. La leyenda cuenta que allí se pegan los drives más largos del mundo. Algunos, de casi 4 kilómetros. Sí, leyó bien: 4 kilómetros. ¿Cómo? Es que, algunas veces, cuando una pelota cae al río Pipo, hay momentos (especialmente con el deshielo) en que la correntada es tan fuerte que la va llevando. Y, claro, el río desemboca en el Canal de Beagle, a cuatro kilómetros de la cancha. Es así que, cuando la marea sube, algunas veces permite ver pelotitas que quedan entre las piedras de la costa. “Hemos encontrado pelotas en la costa”, cuenta Alejandro Barreras. Así surge la broma interna de los golfistas del Ushuaia Golf Club, en el que muchas veces se encuentra la pelotita marca de algún jugador y le “reconoce” lo fuerte que le está pegando.

El legado, hoy

En 1998, Alejandro dejó su lugar como profesional a otro cordobés de La Cumbre: Guillermo Godoy. Hoy es el profesor y profesional de la cancha, además de organizar toda la parte deportiva del club. “Llegué por una temporada y, cuando terminó, me ofrecieron armar un sitio de indoor golf para generar jugadores en el invierno. Y así me fui quedando en la ciudad”, cuenta Godoy. Y agrega: “A mí me tocó organizar sobre todo lo que se había hecho. Yo llegué para darle una formalidad pero los pioneros fueron quienes construyeron todo esto”.

Actualmente, el club cuenta con 120 socios (supo llegar a 150), de los cuales tiene 100 matrículas activas. “Los fines de semana tenemos cerca de 60 jugadores”, cuenta Godoy. La cancha permanece abierta hasta abril o mayo dependiendo el tiempo y comienza su actividad a mediados de octubre, con el aniversario de Ushuaia cuando se disputa el torneo Apertura.

“Jugamos con cierta regularidad hasta el 2 de abril. Después ya estamos con la llave en la mano porque dependemos del clima”, cuenta Fulvio Baschera, actual presidente del Ushuaia Golf Club. “Desde mediados de septiembre en adelante, dependemos del clima y ver si nos permite acceder a la cancha. De manera simultánea, tenemos que reacondicionar las 23 hectáreas que ocupan los nueve hoyos y manejar también la ansiedad de jugar de los socios”, agregó.

Los dos primeros meses de apertura tras el invierno, los golfistas del Ushuaia Golf Club juegan como pueden. Se tiene que secar la cancha y desaparecer los últimos espejos de agua producto de la secuela del invierno. Al mismo tiempo, se van recuperando los greenes. Desde diciembre, la cancha ya tiene su mejor color y para marzo encuentra su mejor momento cuando se disputa el Abierto Fueguino.

Apuesta por el turismo

Gracias al tipo de cambio de la moneda vigente, en el inicio del nuevo milenio el club apostó fuertemente al turismo y a vender la experiencia de jugar en la cancha más austral del mundo. “La idea fue y es insertar al club dentro del destino turístico Ushuaia, como una alternativa turística de la localidad. Estábamos trabajando muy bien con las operadoras de los cruceros porque muchos turistas, cuando hacían escala acá, venían con reserva para jugar en la cancha más austral del mundo”, relata Fulvio. Pero, claro, en 2020 llegó la pandemia desatada por el Covid-19. “Estuvimos un año sin jugar porque ni siquiera se podía usar la jaula que está instalada en el centro deportivo del Municipio”, cuenta Fulvio. “Tenemos la esperanza de recuperar los niveles que teníamos antes de la pandemia”, dice Godoy.

Detrás de ese turismo, hay historias increíbles. Quizá, la más increíble de todas, surge del relato de Guillermo Godoy y su experiencia con un turista de origen chino. El hombre pidió jugar una ronda con el profesional de la cancha, por lo que allí salió Guillermo junto a él a recorrer los links del Ushuaia Golf Club. “No fue muy fácil el diálogo porque él hablaba un inglés medio chino y yo un inglés medio cordobés. Así que imagínate”, dice Godoy. Al llegar al hoyo 7, el turista de unos 70 años golpeó un tiro perfecto. Realmente perfecto. La pelota voló directa y delicadamente al green y quedó a 30 centímetros de la bandera. El hombre se sentó en el pasto. No se movía. Guillermo le preguntó una y otra vez como con ese inglés cordobés qué le sucedía. Tras algunos minutos, logró entender lo que sucedía. El turista chino le decía que estaba sentado ahí, esperando morir. Estaba emocionado porque había visto volar su pelota todo el tiempo y aterrizar en el green gracias a que ese hoyo tiene una majestuosa montaña de fondo que permite ver claramente la pelota todo el tiempo. “Con ese telón de fondo, es un espectáculo”, cuenta Godoy. El turista estaba emocionado. Muy. No podía creer haber visto ese tiro y decía sentirse feliz. Tan feliz que insistía en que ya “había cumplido todo”. “Me quedó como anécdotas. No me lo olvido más”, relata Guillermo Godoy.

El Abierto Fueguino, pasado y presente

Como todos los meses de marzo, se disputa el Abierto Fueguino, cuyo primer ganador fue el socio fundador y pionero, Mario Carzo. En su última edición, Mario fue invitado a realizar el tiro de apertura del torneo y fue un momento muy emocionante.

“Tuve la suerte de ser el primer ganador. Tengo 77 años y llevo tres años sin jugar porque ya siento el frío como nunca. El golf es un vicio que te atrapa y cuesta dejarlo, pero cuando lo soltás, cuesta volver. Pero yo siempre estoy en el club, me nombraron socio honorario y cada vez que hay un evento paso a ver a los muchachos y disfrutar de nuestro hermoso club house”, cuenta Mario. Y no duda en destacar que en el Ushuaia Golf Club no hay etiquetas ni se necesita tener determinada condición social para estar. “Acá se juntan todos, gente que trabaja en el puerto, médicos, políticos, todos”, dice.

Poco tiempo atrás y, quizá, como la mejor metáfora, Mario Carzo y Alejandro Barreras (volvió a vivir en Córdoba) coincidieron en la cancha del Ushuaia Golf Club. “Me encontré con Mario. Se emocionó cuando me vio. Traté de que no se emocionara, le hice unos chistes y le dije que tenía que estar contento porque mucha gente siguió con lo que hicimos y nadie abandonó aquella materialización del suelo que se hizo realidad”, relata Barreras. Juntos, caminaron un poco por la cancha. Entre el río Pipo, las lengas, las montañas y el viento, Mario lo miró en el mismo lugar en el que 30 años atrás soñaban con construir una cancha de golf y le respondió: “Estoy muy contento”.

 

Hernán Gil

Federación Regional de Golf del Sur

 

Web del Ushuaia Golf Club: https://ushuaiagolfclub.com.ar/

Instagram: @ushuaia.golf.club

Facebook: facebook.com/UshuaiaGolfClub

 

 

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